martes, 26 de enero de 2010

Doctrina Tradicional

Mella y las autonomías
por Rafael Gambra

El 25 de abril de 1919 pronunció Vázquez de Mella un discurso en el Círculo Tradicionalista de Bilbao (Obras Completas, tomo 26, pág. 292) cuyo carácter profético es ahora cuando podemos comprobar y experimentar.

Sufría entonces España un centralismo administrativo y un uniformismo político de carácter jacobino heredado de la Revolución Francesa que en palabras de Mella «acabó con las libertades municipales, con los gremios, las Corporaciones, toda la antigua organización, reuniendo el poder en un solo punto y creando el absolutismo más tiránico, ya que éste no existe sólo cuando lo ejerce un monarca, sino cuando lo impone un grupo que tiene en sus manos las Cámaras que él mismo ha creado». Provincias iguales, municipios uniformes: todo dependiente de los Gobernadores Civiles representantes del Ministro de la Gobernación. Sólo se salvaron, en pequeña parte, de esa uniformación general las provincias forales del Norte por efecto de las guerras carlistas.

A este centralismo odioso se ha querido oponer un autonomismo regional que linda en muchos casos con el separatismo (el hoy llamado «Estado de las Autonomías»), pero siempre sobre la base del Estado liberal o democrático. La tesis de Mella en aquel discurso fue que ese autonomismo sobre la base del régimen individualista de partidos políticos, lejos de crear una contención al absolutismo centralista, no hace sino multiplicarlo y acercar su peligrosidad a las víctimas definitivas, que son los individuos y las familias.

El autonomismo actual cree que el centralismo estatal se combate rompiendo o disminuyendo el vínculo de las regiones (o «autonomías) con el poder central y transfiriendo a éstas las competencias que eran exclusivas de aquél. Pero la cuestión esencial no reside en eso. Si previamente se ha establecido, con el principio de la democracia inorgánica, que el poder -todo el poder- procede de la llamada voluntad general o sufragio universal, el poder seguirá estando en los partidos políticos (o en los políticos de profesión) que son quienes organizan y se benefician del sufragio. Y los partidos -cualquiera sea su signo- coinciden siempre en ampliar su poder e influencia eliminando o cercenando las autonomías inferiores (municipios, corporaciones, familias) que puedan oponer un límite a su indefinida expansión. Con lo cual en cada autonomía regional se creará inmediatamente un nuevo centralismo análogo pero más dañino por su cercanía que aquel de que se había partido. Porque la verdadera «soberanía social» (en lenguaje de Mella), que debe oponerse al absolutismo de la «soberanía política», estaba hecha en régimen tradicional de costumbres y de fueros, de hábitos de autogobierno y de libertad, tanto municipales como laborales, que los pueblos defendían como su patrimonio propio, intangible. («privilegios» en sentido despectivo para los liberales). Si todo esto se anula o destruye, el camino está abierto para la expansión indefinida del centralismo uniformista, sea regional o estatal.

Como dijo Mella en aquel discurso de Bilbao: «Si pudiera darse un descuajamiento del Estado actual en varias autonomías, el problema centralista volvería a darse en cada una de ellas. La Autonomía separada con relación a lo que existía, ¿afirmaría y establecería una jerarquía social, el municipio autárquico, las comarcas libres? Podéis asegurar que, por ejemplo, una Cataluña formando Estado aparte no se habría descentralizado más que con relación al Estado de que se había separado: dentro del nuevo surgiría una concentración de poder nueva que aplastaría dentro de sí el principio autonomista. Se trataría sólo de una siembra de centralismos en todo análogos a aquel de que se partió».

La confirmación patente de aquella profecía de Mella la tenemos hoy ante nuestros ojos. Tomemos como ejemplo el caso de Navarra, la región que hasta la «transición democrática» conservó -debido a su régimen foral- los mayores restos restos de autonomía jurídica y administrativa. Hasta esa década de los setenta los Ayuntamientos de Navarra poseían, y ejercían, la facultad de elegir a los funcionarios que a sus respectivas comunidades iban a ser destinados. Maestro, médico, farmacéutico, veterinario, secretario municipal, eran elegidos libremente por el municipio entre aquellos solicitantes que hubieran obtenido plaza en los previos concursos u oposiciones provinciales o nacionales. La elección se realizaba por informe o recomendación del algún vecino que conociera al funcionario o facultativo y que se responsabilizara lógicamente de su informe. La seriedad de tales informes solía venir garantizada por el temor del recomendante a verse reprochado por sus convecinos día a día y quizá durante décadas.

Las ventajas de este sistema de designación eran evidentes, aunque no gustase a los profesionales. El designado llegaba a su puesto con una actitud de gratitud al informante a quien no debía defraudar, de respeto y gratitud también al municipio o comunidad que le había otorgado su confianza. Cuando, en cambio, el designado viene parachutado desde la capital, sin consulta ni conocimiento a veces de la autoridad local, suele llegar al pueblo con cierto desdén hacia el mismo, al que considera a menudo inferior cualitativa o cuantitativamente a sus propios merecimientos profesionales.

Pues bien: durante las dos últimas décadas, una a una, todas esas competencias han sido sustraídas a los Ayuntamientos cuyos funcionarios vienen hoy designados por Boletín Oficial (incluso el cartero local). Quizá sólo les reste el de alguacil municipal. Todas esas libertades municipales, base de un verdadero autonomismo local se han ido perdiendo en nombre precisamente de «las libertades democráticas recuperadas» y del «Estado de las Autonomías». Absorbidas por la Diputación (Foral), hoy «Gobierno de Navarra», esta nueva centralización ha surgido ¿en beneficio de quién? Sin duda de los políticos profesionales y de los partidos cuyo clientelismo se acrece a costa de la libertad y la autonomía de los pueblos.


miércoles, 20 de enero de 2010

Sobre la Monarquía...

"La monarquía de Quevedo"

Para Quevedo la cosa es clara: reinar no consiste ni puede consistir más que en dominar. El monarca es, por encima de todo, señor. ¡Cuan hermosa y hondamente va desarrollando esta verdad fundamental después de hacerla fraguar en su genial antítesis entre rey y reino!. El monarca que no sabe ser rey se rebaja en igual medida a la condición de reino, de dominado. Por eso Jesucristo es el único rey plenamente verdadero, porque es el único de quien nada ni nadie podría enseñorearse jamás. Así considerada, es evidente que la monarquía, en la plenitud de su esencia, sólo puede hallarse en estado puro dentro de los límites de la esencia divina, porque es la forma más perfecta, la única realmente perfecta, de la autoridad, ya que es la sola forma política en que se salva el concepto de unidad, el cual, como todo trascendental, sólo puede llegar adecuadamente a realizarse en Dios. No nos imaginemos con esto que un Jefe de Estado humano no pueda, en el estricto sentido de la palabra, ser monarca. Sí puede serlo; eso sí que dentro de los límites que le impone la propia esencia de la sociedad civil. Su poder se extenderá sin perder un ápice de su legitimidad hasta donde se extienda la virtualidad propia de la forma nacional, no más allá. Para que el monarca sea propiamente, aunque no plenamente, tal, bástale con que sea él la causa primera intrínseca de la cohesión y, por ende, de la existencia misma de la sociedad por él gobernada. No será totalmente señor de cada uno de sus subditos ni de todos en conjunto, porque la sociedad civil no puede presentarse como exhaustiva frente a las posibilidades integrales de la persona humana —esto sólo es y puede ser privilegio incomunicable de la Iglesia—, pero sí lo será de todos ellos, en globo o por separado, en cuanto a las posibilidades comprometidas, puestas en juego, necesaria y continuadamente para mantener en vigencia la comunidad nacional, la civitas. Dentro de tales límites, no sólo puede, sino que debe ejercer su autoridad sin mezcla alguna de sumisión o, para aplicar la terminología de Qucvedo, sin constituirse en reino; de suerte que su nación, en lo que tenga de nación, le deba a él y nada más que a él, como a causa perfectiva intrínseca, su existencia.


P. OSVALDO LIRA, SS. CC.




lunes, 11 de enero de 2010

Libro recomendado...


La Monarquia Tradicional
de Francisco Elías de Tejada.
Un clásico imprescindible.



LA MONARQUÍA TRADICIONAL, de Sr. Francisco Elías de Tejada.calidad 2, 1 t., 14,5x20, 174 pág. : 16 € Pedidos y Pagos


PÁGINA PRINCIPAL
Un estudio reposado de lo que fueron las vie­jas ordenaciones libres de nuestros pueblos y de lo que probablemente habrían sido a no mediar las desviaciones europeizadoras, he aquí el cuadro, a grandes brochazos, de la monarquía tradicional española, régimen que mi­ró a la defensa de los postulados fundamenta­les de la unidad de fe y de la lealtad a la Corona, sin mengua del fomento de las fecundas libertades concretas.
Así constituida, la acción de España pudo ahondar en las entrañas de la verdad católica para repre­sentar nada menos que la concepción católica de la vida en la más fecunda de sus maneras. Pero si la España tradicional fue una doctrina, la moderna se ha despedazado en dudas, y la contemporánea en negaciones, acabando su carrera alocada en la más absoluta indiferencia. Ante semejante abandono y delirio exclama el autor:
Cuando se vive entre muertos, estas ideas alcanzan a los ojos dimensión de exac­titud. Bien puedo desde mi retiro, arropado por el dulce silencio del ol­vido rumoroso, repetir las palabras de Quevedo:
»Retirado en la Paz de estos desiertos con pocos, pero doctos, libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis voces a los muertos»
.”

Indice

I. EL MENÉNDEZPELAYISMO POLÍTICO
Actualidad del menéndezpelayismo 13
La estela política de Menéndez y Pelayo 15
Las limitaciones de una obra gigantesca 19
El auténtico menéndezpelayismo 24

II. LA TRADICIÓN DE LAS ESPAÑAS
Europa y las Españas 31
Europa 36
Las Españas 43
La europeización absolutista 52
La europeización liberal 60
El dilema presente 68

III. UNA TRADICIÓN VIVA: NAVARRA
Una tradición salvada del naufragio europeizante 71
La primera interpretación: Zuaznavar, el erudito 74
La interpretación sentimental: Olave 81
Marichalar o la interpretación técnica 89
Lo que observó Cánovas del Castillo 95
La lección política de Navarra 96

IV. LA TRADICIÓN
La revolución europea 109
La revolución disculpada 111
La revolución delante del pensamiento tradicional 115
La Tradición 118
Tradición y progreso 121
La Tradición de las Españas 122

V. LOS FUEROS, COMO SISTEMA DE LIBERTADES CONCRETAS
Los Fueros 127
Hombre abstracto y hombre concreto 128
Liberalismo y hombre abstracto 133
Totalitarismo y hombre abstracto 135
Tradición y hombre concreto 136
Entre libertades. Libertad e Igualdad 138
Los Fueros, barrera y cauce 147

VI. LA MONARQUÍA FEDERATIVA
La Sociedad, "corpus mysticum" 153
La realeza 159

VII. LA SECUELA INSTITUCIONAL
Cambio de frente 163
La Corona 165
El Consejo Real 168
El Consejo de Ministros 169
Las Cortes generales 171
El Consejo de Justicia 174
El Consejo de Guerra 175
El Consejo Social 176
El Consejo de Cultura y la Junta de Cultura 177
Colofón 179

LA FAMILIA Y EL MUNICIPIO COMO BASES DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA.


Tomado de: http://elmatinercarli.blogspot.com/

Nuevo Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista

Enviado por: "Agencia FARO" agenciafaro@carlismo.es

Sáb, 9 de Ene, 2010 6:30 pm



Lignières, 6 enero 2010, Santos Reyes, fiesta de la Monarquía Tradicional. S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón se ha servido nombrar nuevo jefe de su Secretaría Política al Excmo. Sr. D. José Miguel Gambra Gutiérrez.

José Miguel Gambra nació en Pamplona en 1950. Profesor Titular de Lógica en la Universidad Complutense de Madrid y Catedrático de Filosofía de Instituto de Enseñanza Media, es presidente del Círculo
Cultural Antonio Molle
Lazo de Madrid, del
cual fue cofundador en la década de 1970. Patrón de la Fundación Francisco Elías
de Tejada y miembro ordinario del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, especialista en sociología política, es autor de varios libros, articulista y conferenciante prolífico. Está
casado y tiene hijos y nietos numerosos.

Carlista militante de siempre, el pasado 18 de julio de 2009 el Abanderado de la Tradición lo creó caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita. Forma parte de la Secretaría Política del Duque de Aranjuez desde 2007.

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Agencia FARO http://carlismo.es/agenciafaro