domingo, 14 de septiembre de 2008

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

NO NOS AVERGONCEMOS DE LA CRUZ DEL SEÑOR

Oigan esto cuantos se avergüenzan de la pasión y de la cruz de Cristo. Porque si el Príncipe de los Apóstoles, aun antes de entender claramente este misterio, fue llamado Satanás por haberse avergonzado de él, ¿qué perdón pueden tener aquellos que, después de tan manifiesta demostración, niegan la economía de la cruz? Porque si el que así fue proclamado bienaventurado, si el que tan gloriosa confesión hizo, tal palabra hubo de oír, considerad lo que habrán de sufrir los que después de todo eso, destruyen y anulan el misterio de la cruz. Y no le dijo el Señor a Pedro: "Satanás ha hablado por tu boca", sino: Vete detrás de mí, Satanás. A la verdad, el deseo de Satanás era que Cristo no sufriera. De ahí la viveza con que el Señor reprende a Pedro, pues sabía muy bien que eso era lo que él y los otros más temían y la dificultad que tendrían en aceptarlo. De ahí también que descubra lo que su discípulo pensaba dentro de su alma, diciendo: No sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

¿Qué quiere decir: No sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres? Quiere decir que Pedro, examinando con razonamiento humano y terreno el asunto, juzgaba vergonzoso e indecoroso que Cristo padeciera. Mas el Señor, atacándole derechamente, le dice: "No es para mí indecoroso padecer. Eres tú más bien el que juzgas de ello con ideas carnales. Porque si hubieras oído mis palabras con sentido de Dios, libre de todo pensamiento carnal, hubieras comprendido que eso es para mí lo más decoroso. Tú piensas que el padecer es indigno de mí; pero yo te digo que es intención diabólica que yo no padezca". Así, con razones contrarias, trata el Señor de quitar a Pedro toda aquella angustia. A Juan, que tenía por indigno del Señor recibir de sus manos el bautismo, éste le persuadió que le bautizara, diciéndole: Así es conveniente para nosotros. Y al mismo Pedro, que se oponía a que le lavara los pies, le dijo: Si no te lavare los pies, no tienes parte conmigo. Así también ahora le contiene con razones contrarias, y con la viveza de la reprensión suprime todo el miedo que le inspiraba el padecer. Que nadie, pues, se avergüence de los símbolos sagrados de nuestra salvación, de la suma de todos los bienes, de aquello a que debemos la vida y el ser; llevemos más bien por todas partes, corno una corona, la cruz de Cristo. Todo, en efecto, se consuma entre nosotros por la cruz. Cuando hemos de regenerarnos, allí está presente la cruz; cuando nos alimentamos de la mística comida; cuando se nos consagra ministros del altar; cuando quiera se cumple otro misterio alguno, allí está siempre este símbolo de victoria. De ahí el fervor con que lo inscribimos y dibujamos sobre nuestras casas, sobre las paredes, sobre las ventanas, sobre nuestra frente y sobre el corazón. Porque éste es el signo de nuestra salvación, el signo de la libertad del género humano, el signo de la bondad del Señor para con nosotros: Porque como oveja fue llevado al matadero. Cuando te signes, pues, considera todo el misterio de la cruz y apaga en ti la ira y todas las demás pasiones. Cuando te signes, llena tu frente de grande confianza, haz libre tu alma. Sabéis muy bien qué es lo que nos procura la libertad. De ahí que Pablo, para llevarnos a ello, quiero decir, a la libertad que a nosotros conviene, nos llevó por el recuerdo de la cruz y de la sangre del Señor: Por precio—dice—fuisteis comprados. No os hagáis esclavos de los hombres. Considerad—quiere decir—el precio que se pagó por vosotros y no os haréis esclavos de ningún hombre. Y precio llama el Apóstol a la cruz. No basta hacer simplemente con el dedo la señal de la cruz, antes hay que grabarla con mucha fe en nuestro corazón. Si de este modo la grabas en tu frente, ninguno de los impuros demonios podrá permanecer cerca de ti, contemplando el cuchillo con que fue herido, contemplando la espada que le infligió golpe mortal. Porque si a nosotros nos estremece la vista de los lugares en que se ejecuta a los criminales, considerad qué sentirán el diablo y sus demonios al contemplar el arma con que Cristo desbarató todo su poderío y cortó la cabeza del dragón. No os avergoncéis de bien tan grande, no sea que también Cristo se avergüence de vosotros cuando venga en su gloria y vaya delante el signo de la cruz más brillante que los rayos del sol. Porque, si, entonces aparecerá la cruz, y su vista será como una voz que defenderá la causa del Señor y probará que nada dejó El por hacer de cuanto a El le tocaba. Este signo, en tiempo de nuestros antepasados, como ahora, abrió las puertas cerradas, neutralizó los venenos mortíferos, anuló la fuerza de la cicuta, curó las mordeduras de las serpientes venenosas. Mas si él abrió las puertas del infierno y desplegó la bóveda del cielo y renovó la entrada del paraíso y cortó los nervios al diablo, ¿qué maravilla es que triunfe de los venenos mortíferos y de las fieras y de todo lo demás?

TERMINA EL PANEGÍRICO DE LA CRUZ

Grabemos, pues, este signo en nuestro corazón y abracemos lo que constituye la salvación de nuestras almas. La cruz salvó y convirtió a la tierra entera, desterró el error, hizo volver la verdad, hizo de la tierra cielo y de los hombres ángeles. Por ella los demonios no son ya temibles, sino despreciables; ni la muerte es muerte, sino sueño. Por ella yace por tierra y es pisoteado cuanto primero nos hacía la guerra. Si alguien, pues, te dijere: "¿Al crucificado adoras?", contéstale con voz clara y alegre rostro: "No sólo le adoro, sino que jamás cesaré de adorarle". Y si él se te ríe, llórale tú a él, pues está loco. Demos gracias al Señor de que nos ha hecho tales beneficios, que ni comprendidos pueden ser sin una revelación de lo alto. Porque si ese pobre gentil se ríe, es justamente porque el hombre animal no comprende las cosas del espíritu. Lo mismo les pasa a los niños cuando ven algo grande y maravilloso. A los más sagrados misterios que lleves a un niño, se reirá. A tales niños se parecen los gentiles, o, por mejor decir, aún son ellos más necios, y por ello también más desgraciados, pues sin hallarse ya en la primera edad, sino en edad perfecta, sufren lo que es de niños pequeños. De ahí que tampoco son dignos de perdón. Mas nosotros, con clara voz, levantando fuerte y alto nuestro grito, y con más libertad y franqueza si nos escuchan gentiles, digamos y proclamemos que toda nuestra gloria es la cruz, que ella es la suma de todos los bienes, nuestra confianza y nuestra corona toda. Quisiera yo también poder decir con Pablo que por ella el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo; pero no puedo decirlo, dominado como me veo por tan varias pasiones. Por eso yo os exhorto a vosotros, y, antes que a vosotros, a mí mismo, a crucificarnos para el mundo, a no tener nada de común con la tierra, sino a amar nuestra patria de arriba y la gloria y los bienes que allí nos esperan.

SOMOS SOLDADOS DE CRISTO

A la verdad, soldados somos del rey del cielo, y las armas espirituales nos hemos vestido. ¿A qué, pues, llevar una vida de tenderos o mendigantes o, por mejor decir, de viles gusanillos? Donde está el rey, allí debe también estar su soldado. Porque, si, soldados somos, no de los que están lejos, sino de los que están cerca. Un rey de la tierra no puede hacer que todos sus soldados estén en su palacio ni a su lado; pero el rey del cielo quiere que todos los suyos estén junto a su trono real. —¿Y cómo es posible—me dirás—que, estando aún en la tierra, estemos junto al trono de Dios? —Porque también Pablo, aun estando en la tierra, estaba donde están los serafines y querubines y más cerca de Cristo que la escolta lo está del emperador. Los guardias muchas veces vuelven la vista a una y otra parte; pero al Apóstol nada le distraía, nada le apartaba, sino que todo su pensamiento lo tenía constantemente fijo en su rey Cristo. De suerte que, si queremos, también para nosotros es eso posible. Si el Señor estuviera en un lugar remoto, con razón tendrías dificultad; mas como Él asiste en todo momento al alma fervorosa y atenta, cerca está de nosotros. De ahí que dijera el profeta: No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo. Y Dios mismo, a su vez: Yo soy un Dios cercano y no lejano. Así, pues, a la manera que los pecados nos alejan de Dios, así la justicia nos acerca a Él. Cuando tú estés aún hablando—dice—, yo diré: Heme aquí. ¿Qué padre puede así escuchar jamás a sus hijos? ¿Qué madre está tan apercibida y siempre a punto, a ver si la llaman sus hijos? Nadie en absoluto: ni padre ni madre; sólo Dios está siempre esperando a ver si le invoca alguno de los suyos, y jamás, si le invocamos como debemos, deja de escucharnos. Por eso dice: Cuando aún estés hablando. No espero a que termines tu oración. Inmediatamente te escucho. Invoquémosle, pues, como El quiere ser invocado. ¿Y cómo quiere ser invocado? Desata—dice—toda atadura de iniquidad; rompe las cuerdas de los contratos violentos, rasga toda escritura inicua. Rompe tu pan con el hambriento, y a los mendigos sin techo mételos en tu casa. Si ves a un desnudo, vístele, y no mires con desdén a los que son de tu propia sangre. Entonces romperá matinal tu luz y tus curaciones brotarán rápidamente, y tu justicia caminará delante de ti, y la gloria de Dios te vestirá. Entonces, tú me invocarás y yo te escucharé. Cuando tú estés aún hablando, yo diré: Heme aquí. —¿Y quién—me dices—podrá hacer todo eso? —¿Y quién—te respondo—no lo puede? ¿Qué hay de difícil, qué hay de trabajoso en todo lo dicho? ¿Qué hay que no sea fácil? Es no sólo posible, sino tan fácil, que muchos hay que han pasado más allá de la meta, y no sólo rasgan toda escritura inicua, sino se desprenden hasta de sus propios bienes; no sólo admiten a su mesa y bajo su techo a los pobres, sino que les dan su propio sudor y trabajan para que ellos coman; y no sólo hacen beneficios a sus familiares, sino a sus mismos enemigos.


San Juan Crisóstomo






Fuente:
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (46–90),
Tomo II, BAC, Madrid, 1956, Pág. 146-153

1 comentario:

Anónimo dijo...

holaa , muy bueno el blog de donde son¿? yo soy de san luis , les paso el blog de mi grupo es www.christus-vincit.blogspot.com y mi mail es leo_cordobapaz@hotmail saludos!!
Domino Christo vero regi militaturus!VIVA CRISTO REY!