La presente es un escrito enviado por un amigo, en referencia a los dichos (injustos a nuestro humilde entender), del Padre Torres Pardo al Doctor Antonio Caponnetto.
Carta abierta de un joven estudiante
al Padre José Luis Torres Pardo CR
He leído con suma atención su respuesta al Dr. Antonio Caponnetto, la cual comienza confesando que no perderá el tiempo “en intentar una lectura prolija de su contenido”. Esto se nota, porque su respuesta hace patente –como mínimo– la falta de atención al comunicado que dice Ud. replicar. En aras de esta confesada falta de atención, me permito recordarle elementos sustantivos que ha omitido, escamoteados en su carta, que fueron reemplazados por manifestaciones adjetivas que no van al núcleo de la cuestión.
Dice Ud. que el Dr. Caponnetto acusa falsamente al Cardenal Primado y al Episcopado. En segundo lugar, le reprocha un “vocabulario chabacano, difamatorio y gravísimamente ofensivo”. En tercer lugar, parece juzgar la conciencia de su contendiente al adjudicarle “soberbia y arrogancia”. Además, habla de una “crítica infantil, ridícula y estúpida” a Roma. Hacia el final, lo acusa de deformar la verdadera doctrina de Cristo Rey.
Ahora bien, vamos a lo sustancial, lejos de acusaciones genéricas y efectistas.
En ningún momento pude leer en su carta que Ud. llegara a explicar, a fundamentar sus dichos. Su respuesta carece absolutamente de razones. Paradójicamente, veo más expresiones de un vocabulario “rayano en el delirio” en su propia réplica que en el comunicado que Ud. pretende refutar. Ud. no ha argumentado absolutamente nada.
Ni una palabra de los interesantes datos puestos sobre el tablero para dilucidar la cuestión de “La Noche de los cristales rotos”. Ni una palabra. ¿Son falsos o son verdaderos esos datos, Padre Torres Pardo? Esta es la única cuestión importante, pero Ud. no se ha detenido en ella… Mientras el Dr. Caponnetto ha abundado en motivos, en explicaciones, en fundamentos, en razones, Ud. se conforma simplemente con eludir el núcleo de la cuestión, para descalificar a la persona de su contendiente.
Ahora bien: además de eludir la problemática histórica, pretende hacernos creer que toda acción venida de Roma, del Vaticano, de la Santa Sede, es per se, intrínseca y necesariamente buena, verdadera, justa, útil. ¿Qué nuevo dogma ha inventado, Padre Torres Pardo? ¿Acaso está Ud. inventando una nueva eclesiología? ¿Desde cuándo niega la perspectiva humana de la Iglesia? ¿Acaso no sabe Ud. que la infalibilidad sólo corresponde al Papa cuando habla ex cathedra? Y si lo sabe, ¿Por qué pretende hacernos creer lo contrario, como si cualquier cosa venida de Roma es necesariamente infalible?
¿Está inventando Ud. una nueva concepción de la Iglesia, de espaldas a la realidad, en plena contradicción con hechos tales como que los heresiarcas han salido siempre del seno de la Jerarquía?
Tengo a mi vista folletos suyos, donde Ud. alerta a sus fieles acerca de los males del progresismo, del modernismo, de la mundanización de la Liturgia, etc. En ellos, habla de “falsos reformadores”, de teólogos que “oponen dialécticamente lo nuevo con lo antiguo”, de aquellos que “hablan mucho de amor pero sin preocuparse demasiado por la doctrina”, etc.; es notable cuando Ud. condena a aquellos que “con la excusa de ‘llegar a los demás’, de ‘integrarse’ o de ‘encarnarse’, todo lo van desacralizando, comenzado por ellos mismos”.
Esto decía Ud. Padre. Y esto es precisamente lo que el Cardenal Primado hizo –y ha hecho– con este tipo de encuentros interreligiosos. Lo diré con sus propias palabras: “En nombre de un ecumenismo mal entendido fomentan el indiferentismo religioso”. Ud, mismo ha reproducido la tremenda frase de Pablo VI, respecto del humo de Satán. Entonces, ¿A qué viene este escandalizarse respecto de hechos que conoce perfectamente?
Su carta ha ido a parar a la negación de hechos, datos objetivos, evidencias. Casi pareciera que no ha sido Ud. el motor de la misma…
Negar la Iglesia en cuanto humana lleva a negar, en recta lógica, la Humanidad de Cristo, pues la Iglesia Católica es el Cuerpo de Cristo. Puede desencadenar una tremenda insensibilidad respecto de los males que aquejan al Cuerpo Místico de Cristo. Padre Torres Pardo: su actitud acostumbra a los católicos a vivir en “castillos en el aire”, donde supuestamente “todo está bien” y los únicos enemigos son “Lutero y el Diablo”.
No ver las debilidades de las personas que integran a la Iglesia y a la Jerarquía tiene la ventaja que nos acostumbra a vivir en un mundo donde “los malos” están únicamente en la vereda de enfrente; tiene la ventaja que nos exime de la obligación de pensar, de razonar, de usar la cabeza, en aras de una “obediencia” irracional; tiene la ventaja de acostumbrarnos a vivir en un mundo donde todos los Obispos y Cardenales son buenos, valientes, defensores de la Fe y de Dios. Pero tiene un único inconveniente: ese mundo no existe.
Tal vez Ud. hubiese sido uno de los que, en tiempos de San Pedro, le hubiese reprochado a San Pablo el corregirlo; o tal vez de los que hubiese defendido a Arrio “porque era Obispo”, o a Nestorio “por su investidura”.
Por supuesto que es un tema inagotable y son muchas los temas que quedan abiertos, pero –en aquello que nos ocupa– hay una realidad: es falso que criticar a las autoridades sea, necesaria y fatalmente, una ofensa a la autoridad. El Padre Torres Pardo no niega la conveniencia de la crítica –en lo cual también disentiríamos, pero que es una postura menos indefendible– sino que niega la posibilidad de que la crítica misma sea ejecutada legítimamente.
Una cosa es que la crítica a tal o cual autoridad sea conveniente, según el modo y la forma. Esto, a cierto nivel, puede discutirse.
Otra cosa es negar la posibilidad misma de realizar legítimamente tal crítica. Ante los escándalos públicos, ante los errores notorios, es lícito e incluso debido criticar a la Jerarquía que los permite o los comete. No puede negarse esto porque históricamente muchos santos lo han hecho, así como muchos otros también han fundamentado esta actitud. Si no conoce esta doctrina, debería hacerlo; pero si la conoce, ¿Por qué la niega?
Vayamos concluyendo. Ud. habla de “grupos de ‘católicos’ politizados y descontrolados” que esgrimen una “caricatura” del auténtico Cristo Rey. Lamentablemente, ha confundido un catolicismo politizado con una política católica, que es muy distinto. No estará mal, en vísperas de la Festividad de Cristo Rey, recordar la Encíclica Quas Primas del Papa Pío XI. Tampoco estará de más recordar la noción de Bien Común Completo. Y ni qué decir la Realeza Social de Cristo. Todas verdades que el Dr. Antonio Caponnetto proclama, enseña, explica, desarrolla y defiende apasionada –y desinteresadamente.
Ahora bien, ¿Se le escapa al Padre Torres Pardo que hoy en día precisamente la Jerarquía Argentina en general ha dejado de predicar esta doctrina? ¿Es tan ingenuo el Padre Torres Pardo para soñar siquiera que este domingo, Festividad de Cristo Rey, oiremos predicar al Cardenal Jorge Bergoglio “en pos de la Realeza Social de Cristo”, condenado la falacia de la soberanía popular, condenando el laicismo, la separación entre la Iglesia y el Estado?
¿A qué se debe este ataque desembozado, cerril e irracional al comunicado del Dr. Antonio Caponnetto?
Las intenciones las juzga Dios. No nosotros, ni tampoco el Padre Torres Pardo, aunque temerariamente afirma que en su adversario anida “soberbia y arrogancia”. ¿Tenemos que concluir que Torres Pardo –en contra de las elementales reglas de caridad– ha juzgado la conciencia del Dr. Caponnetto?
La reciprocidad es una exigencia elementalísima y fundamental en una discusión. De un lado, se esgrimen razones, argumentaciones, hechos históricos, citas, aparato científico, etc. Del otro lado, el Padre nos ofrece nada más que un platillo de ataques, de amenazas, de ambigüedades, de verdades a medias, de errores grotescos, de juicios temerarios.
Lo más triste, es que el Padre Torres Pardo dice muchas verdades en su carta. Pero son verdades dichas para defender errores.
Hagamos una última reflexión: Torres Pardo no deja de elogiar a los mártires de México y España; nos cita a San Ignacio; tampoco deja de señalar a Lutero y al Demonio como enemigos de la Iglesia.
Veamos quién se acerca más a estos arquetipos, si el Dr. Antonio Caponnetto o el Cardenal Primado.
Los mártires de México y España fueron asesinados por el Marxismo Internacional, la Masonería y el Judaísmo.
La B’Nai B’rith es una entidad masónica, judía y anticristiana. Pero Bergoglio la invitó alegremente a celebrar un acto religioso en la Catedral. Además, también participaron personas del Seminario Rabínico Latinoamericano, de conocida ideología marxista. Todos, insisto, con la anuencia del Cardenal Primado.
Padre Torres Pardo, contésteme únicamente esta pregunta: ¿Quién está más cerca de los asesinos de cristianos en México y España? ¿El Cardenal Bergoglio que alegremente invita a sus cómplices ideológicos a la Catedral para rezar juntos? ¿O el Dr. Caponnetto que los combate y los denuncia con valentía?
Luego Ud. habla de Lutero. Y lo condena. Habla de San Ignacio. Y lo pondera. Ahora bien, ¿Está cerca de San Ignacio –que luchaba contra los protestantes– el Cardenal Bergoglio, que alegremente se junta con todo tipo líder religioso, dando la impresión que toda diferencia no es más que accidental? ¿Está cerca Bergoglio del celo apostólico ignaciano, luego de haber recibido de rodillas el bautismo de líderes no católicos? ¿Se parece el Cardenal Bergoglio, en esas reuniones interreligiosas, a San Ignacio de Loyola? ¿Les dice la verdad? ¿Les dice que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo? ¿Los exhorta a la conversión? ¿Acaso Bergoglio no favorece, con estos encuentros, el relativismo religioso, la indiferencia religiosa, el irenismo? ¿Se habla de la necesidad de la Gracia santificante en estos encuentros?
Nadie puede negar, de acuerdo o en desacuerdo, que el Dr. Caponnetto es enemigo acérrimo tanto del Liberalismo como del Marxismo, a través de la Revista Cabildo. Ud., Padre Torres Pardo, ¿No tiene nada, absolutamente nada que decir en contra de esas ideologías? ¿No tiene nada, absolutamente nada que decir a favor de los enemigos de estas ideologías?
El Dr. Caponnetto hizo patente la vinculación entre la Masonería, el Marxismo y la B’Nai B’rith. Ud. no negó esta vinculación.
Ahora bien, ¿Es tan difícil identificar a los amigos y enemigos? ¿Por qué le cuesta tanto admitir que el Cardenal Primado no obra conforme a la verdad, conforme a la fe, conforme al “sí sí, no no”? ¿Qué es lo que pierde reconociendo una dura realidad, es cierto, pero realidad al fin?
Padre Torres Pardo:
Ud. sabe bien que los católicos adoramos a Jesucristo.
Ud. sabe bien que los judíos no creen en su Divinidad. Y siguen aferrados a la Ley bajo la cual condenaron a muerte al Divino Redentor.
¿Podemos rezar juntos, entonces? ¿Qué calificativo moral merece aquel que, como el Cardenal Bergoglio, escamotea la Persona ESENCIAL de la religión católica: Jesucristo?
Eludiendo lo sustantivo de la cuestión, la ha disfrazado de adjetivos, suscitando los escrúpulos de los que creen que criticar a la Jerarquía es, necesariamente, una falta moral.
Eso es falso. Claro que no es recíproca la inversa: “toda crítica es necesariamente buena”. Pero tenemos que distinguir. Fuimos creados a imagen de Dios, con voluntad y –no la olvidemos– inteligencia.
Chesterton decía que para entrar en el templo la Iglesia nos pedía sacarnos el sombrero… pero no nos pedía sacarnos la cabeza.
No juzgaremos sus intenciones, como Ud. ha juzgado la del Dr. Caponnetto. Pero nadie podrá negarnos el derecho a replicar sus errores: sin agresiones, sin voluntarismos cerriles, ni juicios puramente adjetivos o temerarios –como los desafortunadamente suyos– sino con la verdad.
Háganos el favor de no pretender que los católicos “nos saquemos la cabeza” con tal de no pensar, cerrando los ojos ante el drama de la crisis actual de la Iglesia.
Y puesto que gusta hablar de virtudes, diré algo muy breve de la Prudencia: la Prudencia sólo puede ejercitarse teniendo como condición el conocimiento de la verdad, de la realidad y del ser de las cosas.
Si Ud. desfigura la realidad de la Iglesia, pintando una imagen maravillosa, toda ella plena de infalibilidad, donde el Cardenal Bergoglio es impecable, donde todo está bien, entonces no puede ser prudente. No puede juzgar con verdad las cosas. No puede ser virtuoso.
Si Ud. piensa –con torcida eclesiología– que la Iglesia, en bloque, monolíticamente, es siempre, en todo momento, en todo lugar “infalible”; tenga presente que el Viernes Santo, a las tres de la tarde, sólo uno de los Apóstoles estaba al pie de la Cruz. Solo uno.
Quiera Dios que en el momento decisivo, no por nuestros méritos sino por su Gracia, estemos de pie y frente a la Cruz.
Dice Ud. que el Dr. Caponnetto acusa falsamente al Cardenal Primado y al Episcopado. En segundo lugar, le reprocha un “vocabulario chabacano, difamatorio y gravísimamente ofensivo”. En tercer lugar, parece juzgar la conciencia de su contendiente al adjudicarle “soberbia y arrogancia”. Además, habla de una “crítica infantil, ridícula y estúpida” a Roma. Hacia el final, lo acusa de deformar la verdadera doctrina de Cristo Rey.
Ahora bien, vamos a lo sustancial, lejos de acusaciones genéricas y efectistas.
En ningún momento pude leer en su carta que Ud. llegara a explicar, a fundamentar sus dichos. Su respuesta carece absolutamente de razones. Paradójicamente, veo más expresiones de un vocabulario “rayano en el delirio” en su propia réplica que en el comunicado que Ud. pretende refutar. Ud. no ha argumentado absolutamente nada.
Ni una palabra de los interesantes datos puestos sobre el tablero para dilucidar la cuestión de “La Noche de los cristales rotos”. Ni una palabra. ¿Son falsos o son verdaderos esos datos, Padre Torres Pardo? Esta es la única cuestión importante, pero Ud. no se ha detenido en ella… Mientras el Dr. Caponnetto ha abundado en motivos, en explicaciones, en fundamentos, en razones, Ud. se conforma simplemente con eludir el núcleo de la cuestión, para descalificar a la persona de su contendiente.
Ahora bien: además de eludir la problemática histórica, pretende hacernos creer que toda acción venida de Roma, del Vaticano, de la Santa Sede, es per se, intrínseca y necesariamente buena, verdadera, justa, útil. ¿Qué nuevo dogma ha inventado, Padre Torres Pardo? ¿Acaso está Ud. inventando una nueva eclesiología? ¿Desde cuándo niega la perspectiva humana de la Iglesia? ¿Acaso no sabe Ud. que la infalibilidad sólo corresponde al Papa cuando habla ex cathedra? Y si lo sabe, ¿Por qué pretende hacernos creer lo contrario, como si cualquier cosa venida de Roma es necesariamente infalible?
¿Está inventando Ud. una nueva concepción de la Iglesia, de espaldas a la realidad, en plena contradicción con hechos tales como que los heresiarcas han salido siempre del seno de la Jerarquía?
Tengo a mi vista folletos suyos, donde Ud. alerta a sus fieles acerca de los males del progresismo, del modernismo, de la mundanización de la Liturgia, etc. En ellos, habla de “falsos reformadores”, de teólogos que “oponen dialécticamente lo nuevo con lo antiguo”, de aquellos que “hablan mucho de amor pero sin preocuparse demasiado por la doctrina”, etc.; es notable cuando Ud. condena a aquellos que “con la excusa de ‘llegar a los demás’, de ‘integrarse’ o de ‘encarnarse’, todo lo van desacralizando, comenzado por ellos mismos”.
Esto decía Ud. Padre. Y esto es precisamente lo que el Cardenal Primado hizo –y ha hecho– con este tipo de encuentros interreligiosos. Lo diré con sus propias palabras: “En nombre de un ecumenismo mal entendido fomentan el indiferentismo religioso”. Ud, mismo ha reproducido la tremenda frase de Pablo VI, respecto del humo de Satán. Entonces, ¿A qué viene este escandalizarse respecto de hechos que conoce perfectamente?
Su carta ha ido a parar a la negación de hechos, datos objetivos, evidencias. Casi pareciera que no ha sido Ud. el motor de la misma…
Negar la Iglesia en cuanto humana lleva a negar, en recta lógica, la Humanidad de Cristo, pues la Iglesia Católica es el Cuerpo de Cristo. Puede desencadenar una tremenda insensibilidad respecto de los males que aquejan al Cuerpo Místico de Cristo. Padre Torres Pardo: su actitud acostumbra a los católicos a vivir en “castillos en el aire”, donde supuestamente “todo está bien” y los únicos enemigos son “Lutero y el Diablo”.
No ver las debilidades de las personas que integran a la Iglesia y a la Jerarquía tiene la ventaja que nos acostumbra a vivir en un mundo donde “los malos” están únicamente en la vereda de enfrente; tiene la ventaja que nos exime de la obligación de pensar, de razonar, de usar la cabeza, en aras de una “obediencia” irracional; tiene la ventaja de acostumbrarnos a vivir en un mundo donde todos los Obispos y Cardenales son buenos, valientes, defensores de la Fe y de Dios. Pero tiene un único inconveniente: ese mundo no existe.
Tal vez Ud. hubiese sido uno de los que, en tiempos de San Pedro, le hubiese reprochado a San Pablo el corregirlo; o tal vez de los que hubiese defendido a Arrio “porque era Obispo”, o a Nestorio “por su investidura”.
Por supuesto que es un tema inagotable y son muchas los temas que quedan abiertos, pero –en aquello que nos ocupa– hay una realidad: es falso que criticar a las autoridades sea, necesaria y fatalmente, una ofensa a la autoridad. El Padre Torres Pardo no niega la conveniencia de la crítica –en lo cual también disentiríamos, pero que es una postura menos indefendible– sino que niega la posibilidad de que la crítica misma sea ejecutada legítimamente.
Una cosa es que la crítica a tal o cual autoridad sea conveniente, según el modo y la forma. Esto, a cierto nivel, puede discutirse.
Otra cosa es negar la posibilidad misma de realizar legítimamente tal crítica. Ante los escándalos públicos, ante los errores notorios, es lícito e incluso debido criticar a la Jerarquía que los permite o los comete. No puede negarse esto porque históricamente muchos santos lo han hecho, así como muchos otros también han fundamentado esta actitud. Si no conoce esta doctrina, debería hacerlo; pero si la conoce, ¿Por qué la niega?
Vayamos concluyendo. Ud. habla de “grupos de ‘católicos’ politizados y descontrolados” que esgrimen una “caricatura” del auténtico Cristo Rey. Lamentablemente, ha confundido un catolicismo politizado con una política católica, que es muy distinto. No estará mal, en vísperas de la Festividad de Cristo Rey, recordar la Encíclica Quas Primas del Papa Pío XI. Tampoco estará de más recordar la noción de Bien Común Completo. Y ni qué decir la Realeza Social de Cristo. Todas verdades que el Dr. Antonio Caponnetto proclama, enseña, explica, desarrolla y defiende apasionada –y desinteresadamente.
Ahora bien, ¿Se le escapa al Padre Torres Pardo que hoy en día precisamente la Jerarquía Argentina en general ha dejado de predicar esta doctrina? ¿Es tan ingenuo el Padre Torres Pardo para soñar siquiera que este domingo, Festividad de Cristo Rey, oiremos predicar al Cardenal Jorge Bergoglio “en pos de la Realeza Social de Cristo”, condenado la falacia de la soberanía popular, condenando el laicismo, la separación entre la Iglesia y el Estado?
¿A qué se debe este ataque desembozado, cerril e irracional al comunicado del Dr. Antonio Caponnetto?
Las intenciones las juzga Dios. No nosotros, ni tampoco el Padre Torres Pardo, aunque temerariamente afirma que en su adversario anida “soberbia y arrogancia”. ¿Tenemos que concluir que Torres Pardo –en contra de las elementales reglas de caridad– ha juzgado la conciencia del Dr. Caponnetto?
La reciprocidad es una exigencia elementalísima y fundamental en una discusión. De un lado, se esgrimen razones, argumentaciones, hechos históricos, citas, aparato científico, etc. Del otro lado, el Padre nos ofrece nada más que un platillo de ataques, de amenazas, de ambigüedades, de verdades a medias, de errores grotescos, de juicios temerarios.
Lo más triste, es que el Padre Torres Pardo dice muchas verdades en su carta. Pero son verdades dichas para defender errores.
Hagamos una última reflexión: Torres Pardo no deja de elogiar a los mártires de México y España; nos cita a San Ignacio; tampoco deja de señalar a Lutero y al Demonio como enemigos de la Iglesia.
Veamos quién se acerca más a estos arquetipos, si el Dr. Antonio Caponnetto o el Cardenal Primado.
Los mártires de México y España fueron asesinados por el Marxismo Internacional, la Masonería y el Judaísmo.
La B’Nai B’rith es una entidad masónica, judía y anticristiana. Pero Bergoglio la invitó alegremente a celebrar un acto religioso en la Catedral. Además, también participaron personas del Seminario Rabínico Latinoamericano, de conocida ideología marxista. Todos, insisto, con la anuencia del Cardenal Primado.
Padre Torres Pardo, contésteme únicamente esta pregunta: ¿Quién está más cerca de los asesinos de cristianos en México y España? ¿El Cardenal Bergoglio que alegremente invita a sus cómplices ideológicos a la Catedral para rezar juntos? ¿O el Dr. Caponnetto que los combate y los denuncia con valentía?
Luego Ud. habla de Lutero. Y lo condena. Habla de San Ignacio. Y lo pondera. Ahora bien, ¿Está cerca de San Ignacio –que luchaba contra los protestantes– el Cardenal Bergoglio, que alegremente se junta con todo tipo líder religioso, dando la impresión que toda diferencia no es más que accidental? ¿Está cerca Bergoglio del celo apostólico ignaciano, luego de haber recibido de rodillas el bautismo de líderes no católicos? ¿Se parece el Cardenal Bergoglio, en esas reuniones interreligiosas, a San Ignacio de Loyola? ¿Les dice la verdad? ¿Les dice que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo? ¿Los exhorta a la conversión? ¿Acaso Bergoglio no favorece, con estos encuentros, el relativismo religioso, la indiferencia religiosa, el irenismo? ¿Se habla de la necesidad de la Gracia santificante en estos encuentros?
Nadie puede negar, de acuerdo o en desacuerdo, que el Dr. Caponnetto es enemigo acérrimo tanto del Liberalismo como del Marxismo, a través de la Revista Cabildo. Ud., Padre Torres Pardo, ¿No tiene nada, absolutamente nada que decir en contra de esas ideologías? ¿No tiene nada, absolutamente nada que decir a favor de los enemigos de estas ideologías?
El Dr. Caponnetto hizo patente la vinculación entre la Masonería, el Marxismo y la B’Nai B’rith. Ud. no negó esta vinculación.
Ahora bien, ¿Es tan difícil identificar a los amigos y enemigos? ¿Por qué le cuesta tanto admitir que el Cardenal Primado no obra conforme a la verdad, conforme a la fe, conforme al “sí sí, no no”? ¿Qué es lo que pierde reconociendo una dura realidad, es cierto, pero realidad al fin?
Padre Torres Pardo:
Ud. sabe bien que los católicos adoramos a Jesucristo.
Ud. sabe bien que los judíos no creen en su Divinidad. Y siguen aferrados a la Ley bajo la cual condenaron a muerte al Divino Redentor.
¿Podemos rezar juntos, entonces? ¿Qué calificativo moral merece aquel que, como el Cardenal Bergoglio, escamotea la Persona ESENCIAL de la religión católica: Jesucristo?
Eludiendo lo sustantivo de la cuestión, la ha disfrazado de adjetivos, suscitando los escrúpulos de los que creen que criticar a la Jerarquía es, necesariamente, una falta moral.
Eso es falso. Claro que no es recíproca la inversa: “toda crítica es necesariamente buena”. Pero tenemos que distinguir. Fuimos creados a imagen de Dios, con voluntad y –no la olvidemos– inteligencia.
Chesterton decía que para entrar en el templo la Iglesia nos pedía sacarnos el sombrero… pero no nos pedía sacarnos la cabeza.
No juzgaremos sus intenciones, como Ud. ha juzgado la del Dr. Caponnetto. Pero nadie podrá negarnos el derecho a replicar sus errores: sin agresiones, sin voluntarismos cerriles, ni juicios puramente adjetivos o temerarios –como los desafortunadamente suyos– sino con la verdad.
Háganos el favor de no pretender que los católicos “nos saquemos la cabeza” con tal de no pensar, cerrando los ojos ante el drama de la crisis actual de la Iglesia.
Y puesto que gusta hablar de virtudes, diré algo muy breve de la Prudencia: la Prudencia sólo puede ejercitarse teniendo como condición el conocimiento de la verdad, de la realidad y del ser de las cosas.
Si Ud. desfigura la realidad de la Iglesia, pintando una imagen maravillosa, toda ella plena de infalibilidad, donde el Cardenal Bergoglio es impecable, donde todo está bien, entonces no puede ser prudente. No puede juzgar con verdad las cosas. No puede ser virtuoso.
Si Ud. piensa –con torcida eclesiología– que la Iglesia, en bloque, monolíticamente, es siempre, en todo momento, en todo lugar “infalible”; tenga presente que el Viernes Santo, a las tres de la tarde, sólo uno de los Apóstoles estaba al pie de la Cruz. Solo uno.
Quiera Dios que en el momento decisivo, no por nuestros méritos sino por su Gracia, estemos de pie y frente a la Cruz.
Juan Carlos Monedero (h)
juancarlosm_82@hotmail.com
Tomado de: http://chestertoonspace.blogspot.com
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