viernes, 22 de agosto de 2008

Carta abierta...

AL PUEBLO ARGENTINO:

De verdad les digo: Siento vergüenza de mis compatriotas, de quienes comandan las Fuerzas Armadas, de su comandante en jefe y de todos los argentinos en general. Vergüenza de su falta de ética, su falta de moral cristiana y de sus deseos de venganza.

Cuando me avisaron que mi marido murió a manos de la subversión solo pensé emulando a Jesús: “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Sus verdugos eran pobres monigotes manejados como títeres para ejecutar acciones que quienes los comandaban no se animaban a ejecutar personalmente por falta de coraje.

Hoy estoy más que convencida de que eso era cierto. Esos cobardes son quienes nos gobiernan encaramados tras el escudo de una supuesta democracia. Esos que ordenaban encaramados en las sombras para no correr riesgos son los que ahora BUSCAN VENGANZA.

Puedo entender a quienes les mataron a sus hijos, porque es lo peor que le puede pasar a un ser humano. A mí me mataron a mi marido: un soldado de la patria, y mis hijos quedaron huérfanos, pero desconozco a quienes dicen ser “madres” o “abuelas” y que mantienen a esa caterva de maleantes viviendo en el extranjero.

Puedo llegar a comprender relativamente el dolor, pero, ajena al sentimiento de odio personal, porque jamás lo he tenido, no puedo entender los deseos de venganza eterna de quienes se victimizan en nombre de una juventud idealista.

El pueblo argentino está perdido, olvidaron esos años o tiene el corazón de piedra, ya no se trata de seguir las enseñanzas de Jesús y perdonar a quienes nos lastiman, hoy tratan de hacer el mayor daño posible.

Lo hacen con los niños en las escuelas tratando de que crean que la verdad de la historia es la que ellos cuentan, lo hacen con los ancianos que se desgastan, enferman y mueren en las cárceles sin juicio alguno porque no hay manera de comprobar que lo que el gobierno acusa sea verdad o porque la mayoría de las causas son inventadas, y todo por venganza.

Señores del pueblo argentino, señores jueces, señores comandantes de las Fuerzas Armadas, señora presidente:

Hay compañeros de mi marido que están presos por luchar contra la guerrilla marxista y no me cabe dudas de que si él no estuviera muerto, asesinado por los que él mismo combatió sería un preso político más.

Yo me ofrezco a estar detenida por alguno que esté enfermo.

Estoy sana de cuerpo y de alma y su venganza si me tienen a mí puede durar mucho tiempo, si los tienen a ellos no mucho por su mismo estado de salud, ofrezco mi libertad y mi propia vida a cambio de la libertad de alguno de ellos... de esa manera voy a poder devolverle a mi patria un poco de la dignidad que -quienes nos gobiernan- le quitaron.

¡UN PAÍS SALE A FLOTE POR LA ESPERANZA DE SU PUEBLO. Y SI NO LA TIENE, SE DESVANECE!

Señores:
Hagamos de la Argentina, por una vez en la vida, un país grande y con esperanza para nuestros hijos

Liliana Inés Raffo de Fernández Cutiellos
DNI: 11.194.280

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