martes, 19 de agosto de 2008

Textos selectos del P. Castellani


LA ÚLTIMA PARÁBOLA.


Yo sabía que no podía acabar bien; pero nunca soñé que fuera a sucumbir de un modo tan espantoso. Mi consejo no le faltó. Fue más o menos este: “Hay que partir de este principio: es forzoso contemplar a los poderosos. Y no es difícil hacerlo si uno se pone a ello. Es algo indispensable. Hay que tomar a los hombres como ellos son y no como queremos que sean. Con el que tiene el poder, es inútil querer hacerse el tremendo. Hay que ponerse en razón.” “Tu estilo de escribir es magnífico. Hay solamente las frasecitas. Son una frase aquí, otra allá, a veces ninguna, a veces dos o tres, que irritan a muchos y que suprimidas no perjudican para nada la belleza literaria del conjunto. También hay que resignarse a no tocar algunos temas demasiado candentes, que de cualquier modo que uno trate, descontentan a alguno inevitablemente.” “Después de esto hay que ganar a Caifás. Caifás, en el fondo te aprecia. Por más que está ocupado en otros asuntos, no es hombre desprovisto de gusto literario. Un día dijo de vos: “Compone espléndidamente. La cadencia es perfecta, las metáforas son abundantes, los tropos son originales, lástima esas demasías que echan a perder todo. Si este hombre entrase de una buena vez con toda el alma por el camino que le señalan la ley y la voz de sus buenos superiores, podría hacer un bien inmenso, sin dejar de ser un escritor genial”.” “Tus parábolas son muy buenas; algunas son pequeñas obras maestras del género. Eres un verdadero genio, te aseguro que eres genial. El Hijo Pródigo es una cosa intachable, lo mismo que la de los Talentos, aunque aquí la doctrina ya es un poco rara. La del Rico en el Infierno ya es bastante fuerte, un poco violenta, los ricos se pueden ofender de ella. La del Mayordomo Infiel, yo la entiendo bien, pero creo que es más bien para hombres muy inteligentes. Ahora, la de los Operarios en la Viña ya son palabras mayores, creo que hubiese sido mejor suprimirla. Decididamente. Una parábola de menos no puede perjudicar la fama de un escritor ya reconocido como vos. Hay mucha gente a quienes ha caído muy mal, que la ha tomado muy a mal.” “No estamos en Nazareth, ya no somos criaturas. En una gran ciudad como ésta, hay que enterarse que además de la Naturaleza hay una gran realidad: la política. El lirio de los campos, las aves del cielo, el sembrador, ¡muy bien! Allá en el dulce ambiente pastoril, el Reino de los Cielos, el Padre Celeste, la Causa de la Verdad está tan cerca de uno, tan a mano, que uno parecería los toca, toca el cielo con las manos… Aquí hay que contar con los mecanismos interpósitos, toda la organización oficial con los cuáles también se va hacia Dios, aunque menos directamente. Que ese organismo tiene fallas, evidente: se trata de hombre, no de ángeles. Que tienen puntos podridos, suponiendo que así sea, no los podemos curar nosotros por ahora. No tenemos los instrumentos.” Desde el cerro de Arcalón veíamos la sinagoga de Cesarea, el gran edificio chato entre sus andamios como un animal dormido. Yo le dije: “Te repito que Caifás en el fondo no es inaccesible. Lo has disgustado mucho, lo has molestado mucho (sin querer, desde luego), lo has ofendido mucho, creo que está enflaqueciendo por causa tuya; pero en el fondo es un pontífice, es un hombre consagrado a Dios ante todo. El trabajo enorme que le inflige el manejo de los caudales del templo, ¿qué ser humano podría soportarlo a no ser por Dios? No ha tomado mujer a causa de eso. Caifás es accesible. No se trata exactamente de prohibirte la predicación. Se trata solamente de encauzar tu predicación de acuerdo a las normas. Al fin y al cabo son superiores tuyos y todo lo que hay en ti les debe estar ciegamente sometido; si se equivocan, ellos darán cuenta a Dios, es una gran tranquilidad de conciencia eso de poder resignar en otro la propia conciencia.” “Hay que agarrar con fuerza esta idea: la Verdad debe ser administrada. La Verdad pura no es potable al hombre. La verdad necesita filtro, necesita paliativos y necesita administración. ¿Y quién debe administrarla sino el que oficialmente ha sido nombrado para eso?” “Tienes que darte cuenta de cuán gran florecimiento religioso representa ese gran edificio, y todas las capillas, leccionarios y adoratorios repartidos por toda esta gran ciudad paganizada y turbulenta. Adorar a Dios en espíritu y en verdad está muy bien, pero ¡eh! no es espíritu sólo el hombre. La plata es necesaria para todo, incluso para la religión. No te imaginas la masa de bien espiritual en almácigo que representa ese gran edificio que ahora se construye, el bien que se podrá hacer a los fieles en esa casa de Dios, que dirige tan acertadamente el arquitecto Jonatás: pero eso va a costar tres millones de sextercios y vos sos un hombre que nunca ha sabido lo que es ganar la plata. Es muy lindo abrir el libro y decir: El profeta Isaías dijo: El espíritu de Dios me ha mandado a evangelizar la aridez; venid y yo os mostraré brotar la fuente aguas vivas. Pero para decir eso hay que tener un techo, sobre todo si llueve. Para tener un techo hay que tener un gran salón. Para tener gran salón se precisa plata, mucha plata. Y la plata hay que administrarla bien. Cualidad en que nuestro gran Caifás, como no me negarás, no le cede la palma a ninguno. ¡Eh, eh!, es fácil despreciar a los que no tienen facilidad de palabra; pero la predicación ¿por ventura es todo? La administración es lo más necesario que hay en cualquier sociedad humana.” “Ellos están en el medio de la política; yo y vos, nazarenos humildes, poetas de pueblo, escritores del tres al cuarto, ¿qué necesidad tenemos de tocar temas candentes, habiendo tantos temas sobre qué escribir con gusto y satisfacción de todos? Me dices que el predicador tiene ante todo que hacerse oír, porque un predicador que no le atienden, y nada, es la misma cosa. Y para hacerse oír hay que hablar del Reino, pues todo el mundo hoy día está embalado con el famoso Reino. Muy bien. Una cosa es hablar del Reino en general, como se debe hablar; otra cosa es descender al pormenor, hasta llegar a aludir a los herodianos, a los hilleitas, a los saduceos, y lo que es más grave, a los romanos. ¡Ay, ay, ay! La religión no tiene nada que ver con esas cosas, y a nosotros lo que nos interesa solamente es la religión. El religiosos debe respirar religión, debe comer religión, debe hablar religión y debe vivir religión y debe vivir religión en todos sus momentos; como hicieron aquellos grandes padres nuestros los profetas, que eran pura religión ambulante. Nada más que religión pura. Eso no ofende a nadie.” “Ahora, si es verdad lo que me han contado, que has comenzado a aplicarte a Ti mismo las profecías y (lo que es muy propio de tu ingenuidad) a tomar las palabras de los Libros Santos ¡literalmente!, entonces, qué quieres que te diga, francamente, hemos sido amigos desde la niñez, y por mí, yo no deseo repudiar tu amistad, pero hay cosas que pasan los límites y que yo, sinceramente, te lo digo con toda la franqueza de la amistad, ¡yo no las entiendo!” Así mismo se lo dije; y que Dios me mate si miento. * * * ¡Pobre Jesús! Yo veía que por ese camino no podía acabar bien; pero nunca jamás soñé, ¡Dios mío!, que debía acabar ¡crucificado! ¡Gran Dios! ¡Crucificado!


P. Leonardo Castellani: “Cristo y los Fariseos”. Mendoza, Jauja, 1999, Apéndice IV.



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