martes, 19 de agosto de 2008

El Restaurador...


HABLA ROSAS
Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios; si tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de constitución, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca. Y a trueque de escandalizarlo a usted, le diré que para mí el ideal del gobierno feliz será el autócrata paternal, inteligente, desinteresado e infalible, enérgico y resuelto a hacer la felicidad de su pueblo, sin favoritismos. Por eso busqué yo solo realizar el ideal de gobierno paternal en la época de transición que me tocó gobernar…

F
ormas constitucionales considero que son aquellas más conformes al estado y posición de las cosas y que por lo mismo son las más a propósito para preservar de males al cuerpo político y hacer que se conserve en tranquilidad y orden del mejor modo posible. Si ellas no fuesen de esta naturaleza ni produjeran estos saludables efectos, no pueden llamarse constitucionales, porque no tienen ninguna relación con la salud del Estado. En tal caso, o estarían de más, sin producir bien alguno y se llamarían formas superfluas, o si producen o abren la puerta a grandes males, más bien que constitucionales deberían denominarse formas anárquicas…
E
s necesario desengañarse de una vez con esa falsa fusión con ciertos partidos, sugerida y propagada con astucia por las logias, para adormecer a los federales, que no conocen todo el fundo de perversidad y obstinación de que están poseídos nuestros enemigos. Es muy triste y degradante que el crédito de la República y la reputación de sus hijos más ilustres esté a merced de los caprichos y perversidad de ambulantes aventureros que, sin dar la cara, tienen libertad para ultrajar y difamar impunemente…
E
s que se quiere vivir en la clase de licenciosa tiranía que llaman libertad, invocando derechos primordiales del hombre, sin hacer caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida… Las elecciones son farsas inicuas de las que se sirven las camarillas de entretelones, con escarnio de los demás y de sí mismos, fomentando la corrupción y la villanía, quebrando el carácter y manoseándolo todo…
H
e despreciado siempre a los tiranuelos inferiores y a los caudillejos de barrio, escondidos en la sombra; he admirado siempre a los dictadores autócratas, que han sido los primeros servidores de sus pueblos.
Juan Manuel de Rosas



*Nota: Estos párrafos corresponden a: Entrevista con Vicente Quesada (1873); carta a Pascual Echagüe, del 23 de julio de 1836; carta a Facundo Quiroga, del 28 de febrero de 1832; carta a Josefa Gómez, del 17 de diciembre de 1865; y entrevista con Vicente Quesada, respectivamente.


*Fuente: Cabildo

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