sábado, 9 de agosto de 2008

Poesía que promete


ORACIÓN A SANTA CLARA,
Contra la pravedad herética (1807)

I

Santa Clara, Santa Clara,
no te olvides de tu pueblo,
que otra vez andamos faltos
de valor y de consejo.

Los que valen no despiertan,
los que mandan tienen miedo,
y el hereje está llegando
y es preciso echarlo al cuerno.

¡Que no quede de esa peste
ni una mancha en este suelo!
Santa Clara, Santa Clara,
no te olvides de tu pueblo.

II

Santa Clara, Santa Clara,
da claridad a mi lengua,
que la invasión que hoy nos chumba
con la claridad se amengua.

La herejía de hoy en día
se cortó cuernos y cola,
con las armas prepotentes
santas palabras arbola.

Con las armas no pudieron
entrar aquí los ingleses
y hoy nos han desguarnecido
con mentiras y dobleces.

Vienen los tiempos más malos
que en este mundo se han visto,
parecieran las señales
del tiempo del Anticristo.

Peor que espantando langostas,
envenenando la vida
lanza una humareda intensa
la Prensa prostituida.

Y del Cine y de la Radio
lo podrá decir cualquiera,
hace tiempo son sirvientes
de una potencia extranjera.

Que si antes fueron negocio,
hoy sacrilegio y mentira,
fabricantes de patrañas
allí donde usted los mira.

Ni crean que es sólo el alma
víctima de esta contienda,
porque éstos minan la fe
para alzarse con la hacienda.

Los que valen no aparecen.
¿Dónde están? Contarlos quiero;
por cada diez mil cachorros
no hay ni un jefe verdadero.

Quieren la guerra extranjera,
pero me parece a mí
si de veras quieren guerra
la pueden tener aquí.

Los que mandan tienen miedo,
pues les falta la visión
de lo que es la vida eterna
que nos da la religión.

Todo es codicia y angurria,
todos detrás de la plata,
¡qué mal Dios han escogido
que los envilece y mata!

Los patriotas y vigías
piensan cansados al alba
que al que no quiere salvarse
ni Jesucristo lo salva.

Con prevención les pregunto
que ustedes no se me ofendan
¿este pueblo amodorrado
merece que lo defiendan?

Y uno anda temiendo al ver
tanto falso y mal cristiano,
que Dios no se irrite aína
y nos lance algún tirano.

Y mientras la gente pobre
anda aplastada y con miedo
los sacerdotes de Dios
cruzan por la boca el dedo.

Diré lo que Dios me sopla
y corríjanme si miento:
el defender la Verdad
es el primer sacramento.

Que de no, nos darían
antes de cualquier sagrado
esa señal de la cruz
del que fue crucificado.

No basta decir Dios mío,
y en esta opinión insisto
sólo cobrando los diezmos
no es dar testimonio a Cristo.

Es el Espíritu Santo
aire y fuego y no chanfaina;
la espada de la palabra
no ha de estar siempre en la vaina.

Yo ya me jugué la vida,
si soy débil Dios es fuerte,
ya no tengo más bandera
que ésta: Religión o muerte.

Ya el carro no vuelve atrás,
ya están los dados echados,
pido perdón por las dudas
a todos de mis pecados.

Y si un día no aparezco
no pregunten dónde estoy,
no me busquen ni me lloren
yo sé para dónde voy.



R. P. Leonardo Castellani, S.J.


Nota: Estos versos fueron publicados originalmente en el año 1946. Y creemos que Dios ya nos mandó varios tiranos, no solamente uno.

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