Semanario "católico" Dominical niega la existencia del demonio.
El Semanario litúrgico editado por la Sociedad de San Pablo, de Buenos Aires, Argentina, correspondiente al domingo 15 de junio de 2008, y que se distribuye en las parroquias todos los domingos en Argentina y Uruguay como material auxiliar para seguir el desarrollo de las misas, niega la realidad de los exorcismos practicados por Jesucristo.
En efecto, en el Evangelio correspondiente al 11º domingo del Tiempo Ordinario, Evangelio de San Mateo Capítulo 9, versículos 25-38 y Capítulo 10, versículos 1-10, y en la parte conducente según la Biblia de Jerusalén se lee lo siguiente: “Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda enfermedad…” Ahora bien, el Semanario de marras explica esta cita del Evangelio de la siguiente manera:
“En el relato evangélico, Jesús da poder a sus discípulos, pero no es poder para dominar a la gente, sino para hacer el bien, para servir. Los envía a curar dolencias y expulsar enfermedades de la gente. Y en esta expresión se resumen todos los males del Pueblo. La expresión “demonios”, en aquella época, indicaba todo tipo de alteraciones que no tenían una explicación natural en la medicina poco desarrollada de entonces, y abarcaba histerias, depresiones, epilepsias, iras enfermizas, etc.”
De esta manera se está mal formando a la comunidad católica pues se pretende equiparar a los demonios con todo tipo de alteraciones, tales como histerias, depresiones, etc. pero desvinculadas totalmente a la acción personal y concreta del demonio como ser real. La enseñanza en el Evangelio, sin embargo, nos dice otra cosa. Jesucristo siempre asume una posición de autoridad sobre los demonios en su acción propiamente exorcista, arrojando a los demonios de forma contundente y constante, distinguiendo claramente al adversario de otro tipo de dolencias o enfermedades.
Así tenemos, por ejemplo, la acción por parte de Cristo de expulsar a los demonios, en El Endemoniado de Cafarnaúm (Mc 1, 21 – 28 y Lc 4, 31 – 37); otro caso es El Epiléptico Endemoniado (Mt 17, 14 – 18; Mc 9, 14 – 29; Lc 9, 33 – 45). Este caso polariza todas las discusiones sobre el exorcismo. Es el de un niño epiléptico traído a Jesús por su padre en una situación muy desesperada. Aquí tenemos un caso claro de exorcismo, no obstante hay quienes han pretendido reducir este hecho a una epilepsia. Pero las características del niño son rasgos extraños a la epilepsia: el mutismo del niño; los impulsos de suicidio por medio del agua y el fuego; las reacciones del niño ante Cristo que responden a las características específicas de la posesión diabólica. No obstante, la coincidencia de una enfermedad de síntomas identificables y la posesión no excluye a esta última, pues muchas veces, según la experiencia de muchos exorcistas, el demonio utiliza las predisposiciones naturales del sujeto.
Pero en este caso como en otros muchos, Jesús y los evangelistas distinguen constantemente entre posesión y enfermedad, es decir, entre exorcismo y terapia. Para los posesos del demonio, Jesucristo no efectúa un gesto terapéutico sino que “ordena al espíritu inmundo” quien muchas veces resiste y reacciona hablando por la boca del poseso. Así por ejemplo, Jesús interroga, o dialoga, o hace callar al demonio. También le interpela y le ordena, siendo así que en las curaciones no hay ni diálogo ni combate.
Este es uno de los casos más claros donde la Escritura muestra el poder de Cristo sobre el demonio, y por ende, la existencia de estos espíritus.
Otro ejemplo es La Niña Cananea (Mt 15, 21 – 28 y Mc 7, 24 – 30). Aquí estamos en presencia de un exorcismo o liberación a distancia. Pero para el caso resulta lo mismo, pues la niña queda sanada por haber sido liberada del demonio. Por eso decimos que “Jesús pasó haciendo el bien, sanando a todos los que habían caído en poder del Diablo” (Hechos 10, 38).
Así pues, la Sagrada Escritura menciona reiteradamente que Jesús realizaba habitualmente su ministerio de exorcista, distinguiéndolo claramente de los ritos de curación. Por ejemplo, en Cafarnaúm se dice que Jesús curaba a muchos pacientes de diversas enfermedades y “lanzaba a muchos demonios, pero no les dejaba hablar porque le conocían” (Mc 1, 32 – 34).
Esta interpelación de los demonios era muy frecuente, y Jesús siempre los mandaba callar, tal y como lo menciona San Lucas: “Los demonios salían y vociferaban diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Él les conminaba y no les permitía hablar, pues sabían que Él era el Hijo de Dios” (Lc 4, 40 – 41).
Conclusión:
1. Jesús nos revela la acción perniciosa e hipócrita del Demonio y hasta qué punto puede entrar en el hombre, desestabilizándolo, poseyéndolo, haciendo de los hombres hijos del demonio a su imagen y a su servicio (Juan 8, 44). Jesucristo nos pone en alerta contra el enemigo, un enemigo mortal, física pero sobre todo espiritualmente, pues Satanás defiende la realeza que ha recibido en este mundo mediante una guerra permanente y que hoy ha alcanzado dimensiones verdaderamente dramáticas.
2. Que Jesucristo distingue claramente entre exorcismo y curación. Son dos funciones distintas la de sanar o curar a través de la imposición de las manos o de la unción, y la acción exorcista en donde Jesús ordena al demonio abandonar al poseso.
3. Es de lamentar que en una Arquidiócesis como la de Buenos Aires deje pasar este tipo de errores, que contribuyen a la ignorancia y confusión de estos tiempos. No debe ignorarse ahora que esta Arquidiócesis fue de la que su Arzobispo Primado el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, estuvo en la terna de los mas votados en el último cónclave, junto con el cardenal Carlo María Martini y el actual Papa B-XVI, cardenal Joseph Ratzinger.
Luis Eduardo López Padilla
Fuente: Blog Radio Cristiandad.
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