Este libro se propone tratar ese tremendo conflicto armado entre la Cristiandad y el islamismo, que tomó la forma de la Primera o Gran Cruzada. Gibbon, en una expresión concisa, como todas sus fraudulentas sentencias, y mucho más exacta que la mayoría de éstas, denominó a este importante episodio de nuestra historia "La disputa mundial".
Ese momento de la Historia no debe ser olvidado por ningún hombre moderno que haya incurrido en el error de creer que Asia ha caído por fin bajo el dominio de Europa, y que el islamismo está ahora esclavizado, al menos bajo nuestro poderío político y económico, ya que no por nuestra filosofía. No es así. El islamismo subsiste en lo esencial, y no habría sobrevivido si la Cruzada hubiera conservado en su poder ese punto esencial que es Damasco.
El islamismo subsiste. Su religión está intacta, y, por lo tanto, su fuerza material puede volver a manifestarse. Nuestra religión, al contrario, está en peligro de ser disuelta.
HILAIRE BELLOC
Belloc se presentó a las elecciones generales de 1906 en el distrito de South Salford por el partido liberal. El partido conservador basó su campaña en el eslogan: "No vote por un francés catolico". Belloc comenzó su primer mitin con estas palabras:
"Caballeros, soy católico. Si me es posible, voy a Misa todos los días. Esto [sacando un rosario del bolsillo] es un rosario. Me arrodillo y paso estas cuentas todos los días si me es posible. Si me rechazan por este motivo, agradeceré a Dios que me ahorre la indignidad de ser vuestro representante."
Finalmente ganó las elecciones y el escaño.
Robert Speaight.
The life of Hilaire Belloc(Londres, 1957).
"... poco después vimos a un joven [Belloc] levantarse y decir tres palabras tranquilas: aun así sentimos que eran como una carga de caballería. Tu odias los discursos políticos, Frances, por eso no hubieras odiado el de Belloc. En cuanto empezó a hablar uno se sentía elevado lejos de los típicos argumentos viciados repetidos cuarenta veces, hacia reflexiones inteligentes, nobles y originales sobre la Historia".
Carta a Frances, entonces su prometida. (1900).
Prólogo del libro Las Cruzadas
Muchas son las formas en que pueden considerarse las Cruzadas.
Fueron, en su totalidad, una continua lucha entre nuestra
civilización y el mundo del islamismo, que dominó casi a
Europa. Este vívido contraste entre dos mundos impresiona a
todos los espíritus que con mayor o menor intensidad tienen noción
del pasado. El color y el drama de la guerra medieval llenan
la historia. Puede también considerarse la Cruzada, en su aspecto
más profundo, como conflicto entre la Cristiandad y ese inmortal
Anticristo que desea matar a la Cristiandad. Las Cruzadas
pueden asimismo considerarse (y esto es lo más común, como tema
para novelas, aspecto bajo el cual han sido presentadas al mundo
de habla inglesa, en particular por el genio de Sir Walter Scott
en The Talisman, excelente novela, aunque antihistórica hasta
lo grotesco. También podría hacerse de las Cruzadas un texto para
ejemplificar la fuerza y la debilidad del temperamento gálico, y,
por último, un texto para ejemplificar la eternidad, el elogio y los
vicios del islamismo.
En este estudio, el autor se ha ocupado de otra faz de la historia,
limitada, aunque esencial. Ha intentado demostrar por qué
y cómo, en cuanto esfuerzo militar y debido a errores militares, el
gran experimento primitivo terminó en el fracaso; por qué y cómo
por la excelencia militar de sus primeros jefes llegó a estar tan
cerca del triunfo, y cómo quizá se habría logrado. Trata esta historia
como la historia de lo que fue esencialmente una única y
constante campaña, y hasta una sola y única batalla, batalla que
duró noventa años, batalla cuyo objetivo político fue el Santo
Sepulcro; batalla que, de lograr sus fines, habría tenido quizá un
resultado político que hubiera modificado el mundo; batalla, en
fin, que comenzó con una ofensiva victoriosa y que terminó en
una derrota absoluta.
Por ser éste su tema, lo ha circunscrito todo al esfuerzo de
exponer lo que los primeros cruzados se propusieron lograr, y cierra
el circuito con la pérdida del Santo Sepulcro.
H. BELLOC
King’s Land, 1937.
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