Ducadelia apartó sus legajos y leyó detenidamente el poema. Que decía así:
Para despreocuparse de mujer,
dice el célebre histólogo Cajal,
precisa hartarse de mujer.
Hay que agotar el mágico animal
sed entrañable que entra por los ojos
prurito inmenso y atracción vital.
Usarlo mucho hasta que engendre enojos
y comer hasta el asco y el exceso
vivientes frutas y claveles rojos.
Común remedio conocido es eso
alguna vez terriblemente tienta
perder el alma por un solo beso. . .
Mas yo elegí tener alma sedienta.
Yo no acepté el científico aparato
yo renuncié en los lechos sudorosos
a ese vaso vulgar de alcohol barato.
Di de la posesión las breves rosas
por las rosas eternas de la espera
y el manantial de las celestes cosas.
Y una mujer que para Dios me quiera
que de mí necesite todo entero
y de mi alma sea la enfermera.
Despreocuparme de mujer no quiero. . .
De la vida esencial sentir vacío
quiero, y hasta alcanzar la luz que espero.
Sufrir ausencias del Tesoro mío.
Sólo Dios puede ser el cientotanto
de lo que yo dejé por su promesa
que es la mujer con su nupcial encanto.
Será manjar común caduca mesa
pero era de mi mente el lenitivo
y el equilibrio para mi cabeza.
Al dejarla dejé el remedio vivo
cegué la humana fuente necesaria
y de imposible sed quedé cautivo. . .
Y mi aire mismo se volvió malaria.
Pero Dios es el vino de la vida
y es la resurrección extraordinaria.
Puede romper mi tumba sin salida
y a través de las puertas de la muerte
de una tristeza enferma y desmedida.
Pagar puede a lo Rey la deuda fuerte
abrir tálamo eterno al alma mía
trocar mi carne y reparar mi suerte
En el beso de
Pensé de ti un millón de cosas lindas
que un día, oh Reina, te diré en el cielo
en paisaje de lirios y de guindas.
No es buen tiempo este tiempo de recelo
para mí por lo menos, para amores.
No habita niño Amor inmisión de duelo.
Campa el feroz pirata en los alcores
esta ocupando mi nación natía
humo de incendio y ruido de atambores.
Sucio y en fiebre y en guerrero avío
en este campamento de barracas
es furor de luchar el amor mío.
En este otrora vil puerto de vacas
aunque semilla hidalga de donaires
que es hoy feria de vanas alharacas.
No es este vano y vacuo Buenos Aires
para nosotros dos criar un hijo.
Exige un lujo tal mejores aires.
Yo no puedo ofertarte este yacijo
ruidera horrenda bajo cielos grises...
para tu amor tálamo regio exijo.
Y en busca de Venecias y Parises
o Mallorcas o Ñapóles suntuosos,
sueña mi corazón otros países.
Aprontando los remos fatigosos
aparejar las velas soñadoras
hacia cármenes vagos y suntuosos
Oh Capri, isla del sol, doradas proras
en el fresco zafiro derretido
oro solar de las ociosas horas,
Aromas de laurel, vientos de olvido
do bajo el duomo del sedoso azur
valga la pena fabricar el nido.
Islas remotas del caliente Sur
Boguemos juntos, oh alma marinera
Dejemos este horrendo Singapur.
Volemos juntos, oh alma compañera,
que el espíritu tiene más regiones
que las cinco comarcas de la esfera.
Yo te ofrezco infinitas excursiones
si hallas la soledad, si hallas la vía
del vuelo de los místicos halcones.
Por eso callo y lo que te diría
mañana, oh musa, lo diré en el cielo
porque hoy habita la milicia mía
¡tiempos de batallar, nación en duelo!
Dios te dé, mi enfermera, tanto bien
como por medio tuyo me hizo a mi
casi infinito bien.
Más del que yo, soñando, le pedí.
Mucho más y lo mismo que esperé
más infinitamente que le di.
Más salud y la misma que soñé
en noche horrenda a la lejana luz
de la estrella lejana de la fe.
No es que yo quiera desertar
pero se está volviendo cruz de amor
¿y quién ha sido el mágico arcaduz?
En el árbol de infamia y de dolor
ásperas truncas ramas sin perfil
por milagro de Dios brotó una flor.
Desde el fango brotó una flor sutil
y en el barro del pobre corazón
¿quién sembró el tenue lirio de marfil?
Tan tenue, que durar es ilusión
pero que mientras dure es pino aroma
de mirra contra la putrefacción.
Mortal es: morirá. He aquí el axioma;
mas cuando muera, el Ángel me decía,
será en la luz de la eternal Paloma
Será en la nueva esfera de María
un tercer cielo de mayores vistas
revelación de la última armonía.
Definitivas místicas conquistas
quizá cortadas, sí. por noches tristes. . .
Oh Dios, soy tan feliz de que Tú existas. . .
¿Y por quién puedo yo ver hoy que existes?
(P. Castellani ,Juan XXIII – XXIV, Puntada 11: Poesías)
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