LOS BEBÉS TÁCTICOS
Hacía frío. La noche era diáfana y luminosa. Había luna. Las bayonetas estaban embarradas para evitar el reflejo pálido en los aceros. No había que hablar, ni fumar, ni moverse.
Un ruido y se escaparían, dejando a los “bebés tácticos” como parapeto. Había que proteger a esos pobres angelitos.
El asalto debía hacerse con cuidado de no herirlos ni matarlos. No había que responder el fuego si no se aseguraba el blanco y que éste no estuviera agazapado detrás de algún niño recién nacido.
Todas ellas estaban embarazadas todo el tiempo. Siempre esperaban un “bebé táctico”.
Para ellas —las integrantes femeninas de una célula de cuatro guerrilleros— su misión era estar preñadas. No importaba si el hijo era del marido o de alguno de los dos restantes componentes masculinos. No los unía el amor. Su único credo era el odio. Odiaban hasta a sus propios padres.
Y cuando el niño nacía, su cuerpito tenía verdadera importancia táctica. Tanto servía para camuflar en su cochecito las armas y explosivos que había que trasladar de cueva en cueva o hacia algún objetivo, como para usar disuasivamente —como parapeto, incluso— en caso de que alguna Fuerza de Tareas diera con ellos y pretendiera apresarlos. A veces, eran “cazabobos”: sabían que el personal de las Fuerzas legales corría a protegerlos como primera prioridad. Y entonces, al alzarlos, explotaban…
Los “bebés tácticos” no eran para ellas más que meros abortos no consumados. Un amasijo de sangre, pulpa y endometrio devenido en ser. Jamás bautizados.
No era necesario. Para ellos, a diferencia de los terroristas contemporáneos que se inmolan en nombre de Alá y se van al Paraíso, la familia y la religión son el opio de los pueblos.
Los “bebés tácticos” están condenados, así en la tierra como en el Cielo. Sus verdugos, son sus ignotos padres y su combatiente madre. Son marxistas. Son ateos militantes. Tal la calaña del enemigo.
Una reflexión final: ¿es que a nadie le llama la atención que todas las guerrilleras apresadas estuvieran embarazadas?…
Nota: estas reflexiones están extractadas de un capítulo del libro “Memorias de un Soldado Muerto”, de Oscar Gustavo Igounet.
Hacía frío. La noche era diáfana y luminosa. Había luna. Las bayonetas estaban embarradas para evitar el reflejo pálido en los aceros. No había que hablar, ni fumar, ni moverse.
Un ruido y se escaparían, dejando a los “bebés tácticos” como parapeto. Había que proteger a esos pobres angelitos.
El asalto debía hacerse con cuidado de no herirlos ni matarlos. No había que responder el fuego si no se aseguraba el blanco y que éste no estuviera agazapado detrás de algún niño recién nacido.
Todas ellas estaban embarazadas todo el tiempo. Siempre esperaban un “bebé táctico”.
Para ellas —las integrantes femeninas de una célula de cuatro guerrilleros— su misión era estar preñadas. No importaba si el hijo era del marido o de alguno de los dos restantes componentes masculinos. No los unía el amor. Su único credo era el odio. Odiaban hasta a sus propios padres.
Y cuando el niño nacía, su cuerpito tenía verdadera importancia táctica. Tanto servía para camuflar en su cochecito las armas y explosivos que había que trasladar de cueva en cueva o hacia algún objetivo, como para usar disuasivamente —como parapeto, incluso— en caso de que alguna Fuerza de Tareas diera con ellos y pretendiera apresarlos. A veces, eran “cazabobos”: sabían que el personal de las Fuerzas legales corría a protegerlos como primera prioridad. Y entonces, al alzarlos, explotaban…
Los “bebés tácticos” no eran para ellas más que meros abortos no consumados. Un amasijo de sangre, pulpa y endometrio devenido en ser. Jamás bautizados.
No era necesario. Para ellos, a diferencia de los terroristas contemporáneos que se inmolan en nombre de Alá y se van al Paraíso, la familia y la religión son el opio de los pueblos.
Los “bebés tácticos” están condenados, así en la tierra como en el Cielo. Sus verdugos, son sus ignotos padres y su combatiente madre. Son marxistas. Son ateos militantes. Tal la calaña del enemigo.
Una reflexión final: ¿es que a nadie le llama la atención que todas las guerrilleras apresadas estuvieran embarazadas?…
Nota: estas reflexiones están extractadas de un capítulo del libro “Memorias de un Soldado Muerto”, de Oscar Gustavo Igounet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario