A San Bernardo
«L’amore che muove il sole e l’altre stelle»
Dante
Entre el lirio y el hierro, sus primicias
entregadas a sacras potestades,
ciñó palabra para armar verdades
y dio su espada por nombrar milicias.
El lirio era su voz enarbolada,
el hierro su armadura de eremita,
monje silente que en la paz medita
y caballero fiel en la Cruzada.
Por el atrio de Vézelay traía
la Pascua su vigilia de martirio,
bajo la lumbre mística del Cirio
su verbo se hizo arenga y teología.
Hábito blanco y clámide, bermeja,
predicaba en lejanas latitudes,
convirtiendo a su paso multitudes,
y vuelto al fin al claustro y a la reja.
Ya citarista de Nuestra Señora
–su bienamada impar Virgen María–
en laudes repentinos de la aurora
la contempló «clemente, dulce, pía...»
La tierra que tu prédica hizo hóspita
para la Fe y los santos solitarios,
hoy está yerma, con dolor de erial.
Mas con tu gracia no sería inhóspita,
y otras nuevas legiones de templarios
lanzarías en busca del Grial.
Bernardo, por la Cruz en que confías,
ven a nosotros, vente a batallar.
Que Abelardo renueva sus porfías
y hay un Santo Sepulcro por librar.
Antonio Caponnetto
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